lunes, 23 de agosto de 2010

Los siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos

Hoy en día es muy común oír hablar acerca de talleres, conferencias, libros y grabaciones que traten el tema de la superación personal y del éxito. En muchos de ellos se presenta la idea de que si queremos ser personas (jóvenes en nuestro caso) exitosas y triunfadoras, necesitamos saber cómo proyectar una buena imagen, desarrollar nuestra personalidad y usar diversas técnicas para influir en los demás. En mi opinión, todas estas ideas no son más que un remedio instantáneo pero de poca duración, que no es capaz de ayudarnos a encontrar la verdadera realización personal. Estas ideas en realidad no son malas, pero únicamente nos sirven de una manera externa y no efectiva. Considero que para alcanzar el verdadero éxito en cada área de nuestras vidas debe de haber un cambio, que vaya de adentro hacia afuera. Pero este cambio debe basarse en una serie de principios que se han mostrado en las civilizaciones prósperas que han existido a lo largo de la historia. Estos principios son magistralmente expuestos en el libro Los siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos del autor Sean Covey, separados en dos secciones: la victoria personal y la victoria pública. Este libro lo recomiendo ampliamente y a continuación presento mis impresiones acerca de cada uno de los principios o hábitos contenidos en el libro.

Primer hábito: sé proactivo.

Me gustaría que respondiéramos una pregunta para iniciar con este hábito. Cuando en algún momento de nuestras vidas no alcanzamos los objetivos que nos planteamos, ¿cuál es la razón? Algunos inmediatamente podríamos responder: “Porque mis papás no me apoyan”, “porque no tengo los recursos necesarios”, “porque mis amigos siempre meten la pata”, “porque mis profesores son muy estrictos”, etc. Esta es una lista de pretextos que delata nuestra forma de pensar: creemos que nuestra vida (y por ende nuestra felicidad y éxito) está en manos de las circunstancias y de a suerte.

Es verdad que en cierto porcentaje (muy pequeño), las circunstancias nos afectan, pero también es cierto que nosotros decidimos si nos afectan positivamente o negativamente. Es fácil y muy cómodo echarle la culpa a los demás de nuestros fracasos y derrotas, pero ciertamente de nosotros depende la actitud que tomemos ante la vida. No debemos evadir esa responsabilidad tan preciada que tenemos por parte de Dios, ya que al hacerlo, nosotros mismos le estamos cediendo el control de nuestra vidas a las circunstancias y a los demás.

Ser proactivos significa hacer uso de nuestra iniciativa y de nuestros recursos para dar solución a los problemas que enfrentamos día a día. Significa no dejarnos llevar por nuestras emociones o las de los demás (amigos, familiares, pareja, maestros, vecinos, etc.), sino conducirnos en base a esta poderosa idea: eres el responsable de tu propia felicidad. La conducta opuesta es ser reactivo, es decir, la típica persona que culpa al clima, al perro, al hermano, al compañero(a) y a medio mundo de sus desgracias. No seamos simplemente los pasajeros de nuestra vida (reactivos), sino seamos los conductores de ella (proactivos).


Segundo hábito: comienza con un fin en mente.

Alguna vez nos hemos preguntado: ¿Por qué hago las cosas lo que hago? ¿Por qué actúo de tal manera? ¿Realmente estoy logrando lo que quiero?

En ocasiones, cuando hemos alcanzado ciertas metas u objetivos determinados, nos sentimos como si en realidad lo que hemos logrado no contribuyera con nuestra felicidad, y seguimos sintiéndonos vacíos e insatisfechos. Todo esto se debe a que, debido al ritmo acelerado en el que marcha nuestra vida, no reflexionamos sobre lo que es verdaderamente importante para cada uno de nosotros.

Cuando una persona está a punto de morir, ¿En qué cosas estará pensando? ¿En los negocios que ya no hará? ¿En los reconocimientos que ya no recibirá? ¿En el dinero que ya no obtendrá? Claro que no. En lo que quizás estará pensando es en la familia, amigos y demás personas significativas en su vida que ya no podrá ver ni demostrarles el cariño y afecto que sintió por ellas. Es triste esperar hasta ese momento para darnos cuenta de lo que realmente es importante para nosotros.

El segundo hábito consiste en que, antes de lanzarnos hacia lograr una determinada meta en alguna área de nuestra vida, debemos meditar acerca de aquello que es para nosotros valioso y significativo. Esto nos ahorrará tiempo y esfuerzo en alcanzar objetivos vanos y equivocado. Así tendremos nuestro panorama claro con respecto de lo que queremos y deseamos, y estaremos más dispuestos a esforzarnos para alcanzarlo.


Tercer hábito: pon primero lo primero.

Este hábito es uno de los más difíciles de seguir. Por una parte consiste en saber administrar correctamente nuestro tiempo, pero también trata de vencer todos aquellos temores que nos atan y no nos permiten salir de nuestra zona de comodidad para aventurarnos hacia nuevas experiencias enriquecedoras.

Como jóvenes de este nuevo milenio, nos caracterizamos por realizar una infinidad de actividades de toda clase. Nos dedicamos tanto a tareas escolares, tareas del hogar, actividades laborales, actividades recreativas, etc. Y es muy común que el tiempo, aparentemente, no nos alcance. Pensamos que la mejor solución sería que el día tuviera más de veinticuatro horas o tuviéramos un clon que nos ayudará a realizar parte de nuestras obligaciones. Pero la solución es más realista y al alcance de nosotros.

El tercer hábito nos explica que hay que establecer una lista de prioridades diarias o semanales, las cuales sean impostergables. Esto es algo muy acertado, ya que al tener claro que cosas son importantes y cuales son secundarias o accesorios, podremos darle el tiempo merecido a cada una de ellas. Para ello es muy recomendable tener una agenda en la cual este plasmada cada una de nuestras metas y objetivos semanales, la cual no necesariamente debe ser muy costosa, pues incluso la podemos hacer a partir de una libreta que no estemos utilizando.

La otra parte de este tercer hábito consiste en vencer todo aquello que no nos permite aventurarnos a nuevas experiencias. Es muy común sentir miedo hacia lo extraño o nuevo y como consecuencia aferrarnos a nuestra zona de comodidad. Pero esto a futuro nos traerá remordimiento acerca de todas aquellas cosas que no hicimos por miedo o por vergüenza. Seamos valientes y aprovechemos aquellas oportunidades de conocer otros mundos, ideas, practicas, personas, etc. que a final de cuentas nos enriquecerán como personas.


Cuarto hábito: piensa en ganar-ganar.

Sin lugar a dudas nosotros vivimos en un mundo muy competitivo, en especial en lo que se refiere al campo laboral. Es muy común encontrarnos compitiendo con nuestros amigos, conocidos o compañeros de clase para sobresalir y aprovechar las oportunidades que se nos presentan en la vida.

Competir, cuando lo hacemos de una forma sana no es malo, de ninguna manera. Esto nos sirve como medidor para saber que tan buenos o aptos somos para alguna actividad o tarea. Pero cuando nos enfocamos en los demás, en sabotearlos, atacarlos, pisotear o difamarlos, caemos en una actitud que el autor del libro llama “Ganar-Perder”. Esto quiere decir que para que yo gane o destaque, tú tienes que perder y ser menos que yo. Esto nos trae sentimientos de envidia, orgullo, individualismo, etc., actitudes que, a mi parecer, son muy malas para alcanzar un verdadero y pleno desarrollo personal. O peor aun cuando elegimos actitudes como “Perder-Ganar” (ceder a los deseos de los demás para ganarme su aceptación) o “Perder-Perder” (si nosotros fracasamos, nadie deberá triunfar). Pero entre estas actitudes negativas, existe una actitud que podemos hacer nuestra, y así generar un beneficio para nosotros y los demás: “Ganar-Ganar”.

“Ganar- Ganar” significa sumar nuestras destrezas y habilidades con las de los demás para generarnos un beneficio común. “Ganar- Ganar” es aprender que yo y tu juntos podemos lograr más que separados. Todo esto nos permite relacionarnos de una manera armoniosa con los demás y evita verlos todo el tiempo como rivales o enemigos.

Esto no suprime del todo los individualismos, si no que más bien nos enseña que la verdadera competencia no es tanto con los demás, sino que es con nosotros mismos. Para realmente ser mejores en un área determinada de nuestra vida, es importante vencer nuestra propia pereza, miedo, desinterés, indisciplina, etc., que nos priva de alcanzar nuestras metas y objetivos. Intentemos esta opción.


Quinto hábito: buscar comprender primero y después ser comprendido.

“Mis papás no me entienden!!!”, “Mi novia(o) no me escucha!!!”, “Mis amigos no saben cómo me siento!!!”, etc. Todas estas (y muchas más) son quejas que cotidianamente escuchamos de las personas que nos rodean, en especial de otros jóvenes. Incluso en ocasiones nosotros mismos hemos llegado a pensar lo mismo. Creemos que a los demás no les importa nuestros problemas o logros que tenemos en nuestro cotidiano andar. Sentimos que a ellos sólo les interesa su mundo y el nuestro les resulta insignificante.

Desde pequeños quizás muchos de nosotros nos hemos sentido despreciados, cuando nuestros padres, al llegar del trabajo, no tenían tiempo de jugar con nosotros. O cuando nuestros vecinos elegían a otros niños para sus juegos. O tal vez en el momento que nos armamos de valor y le contamos a la niña bonita del salón que nos gustaba, solo para recibir un frustrante “pero yo no”. Y hemos crecido con el deseo desesperado de ser escuchados por los demás, antes que escucharlos a ellos. Pero ese sentimiento, válido pero mayor mente egoísta, nos impide ver que también los demás necesitan ser escuchados y valorados.

Este quinto hábito nos insta a buscar siempre ser empáticos con los demás y darles un espacio para que desahoguen sus sentimientos de tristeza, frustración o amargura con nosotros. Y de este modo podremos generar en los demás ese mismo interés de escucharnos. Este hábito tiene su principal aplicación en lo que tiene que ver con las relaciones interpersonales, ya que su práctica constante nos ayudará a tener nuevas amistades y afianzar nuestra relación con nuestros padres, maestros, compañeros de clase y otros conocidos. Busquemos ponerlo por obra.


Sexto hábito: sinergizar.

Al buscar la palabra sinergia en un diccionario, quizás nos encontremos con esta definición: sinergia, acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales (Diccionario de la Real Academia Española). Para entenderlo en buen cristiano, podemos poner un ejemplo ilustrativo:

Imaginemos a cada uno de los órganos que conforman a nuestro cuerpo. Como sabemos, todos ellos funcionan en conjunto para que nosotros podamos vivir. Pero, ¿qué pasaría si cada uno de ellos quisiera trabajar individualmente y sin ayuda de los otros? Sin lugar a duda no pasaría ni un minuto antes de caer al piso sin vida, pues sus acciones por separado no tienen el mismo efecto que el que tienen cuando todos trabajan en conjunto. Eso es la sinergia.



Cuando un grupo de personas deciden unir sus talentos y potenciales, al mismo tiempo que olvidan sus propósitos egoístas, pueden generar un efecto mayor con sus acciones que estando separados. Esta mentalidad ha sido la base para el desarrollo de muchos países del llamado “primer mundo”, tales como Japón. Desafortunadamente en nuestro país, México, aun sigue arraigado el pensamiento opuesto a sinergizar. Alguna vez un profesor de Bachillerato nos puso un ejemplo también muy ilustrativo, de estas dos formas de pensamiento:

En dos tinas hay el mismo número de cangrejos con vida. Los cangrejos de Japón suben unos arriba de otros, de forma ordenada, para poder salir de la tina, lo que finalmente logran. En cambio, los cangrejos “aztecas” buscan salir a como dé lugar de la tina. Cuando alguno está a punto de salir, los demás lo jalan hacia adentro. Esa es la trágica realidad.



El consejo que les puedo dar es que no le tengamos miedo a las ideas diferentes a las nuestras, ni al éxito de los demás, si no busquemos unir esfuerzos con las personas que nos rodean, para así alcanzar un grado mayor de desarrollo personal y de nuestra sociedad. Practiquemos “Ganar-Ganar”.




Séptimo hábito: renuévate.

¿Qué pasa cuando a un automóvil, computadora u otro artefacto no se le da mantenimiento de manera regular? La respuesta es que no pasará mucho tiempo antes de que comience a fallar e incluso deja de funcionar. Podrá ser un automóvil o computadora nueva de muy alto rendimiento, pero al no recibir ese mantenimiento que se le recomienda dar, aun con todo eso, fallará. Lo mismo nos pasará si, después de practicar los hábitos anteriores, empezamos a dejarlos a un lado. O si al alcanzar ciertos beneficios, como consecuencia de ponerlos por obra, nos conformamos con ellos. A final de cuentas volveremos al lugar de donde partimos: a la insatisfacción eterna.

Por los motivos anteriormente expuestos, debemos constantemente renovarnos en cada una de las áreas de nuestra vida, tanto física, mental y espiritualmente. Hay que desechar todas aquellas emociones negativas y dañinas que vayan apareciendo sobre la marcha de nuestra experiencia cotidiana. Corregir todos aquellos errores a través de la retroalimentación. También hay que aventurarnos a descubrir nuevas perspectivas y formas de hacer las cosas. Aquí también es importante cambiar día a día todos aquellos paradigmas auto impuestos, que distorsionan la verdad de las cosas y no nos permiten ser personas eficientes en nuestras actividades diarias. Esos paradigmas que nos atan a las mismas actitudes de mediocridad y desesperanza personal. Los paradigmas tienen un poder muy fuerte en nosotros, pero un cambio de paradigmas posee un efecto mucho mayor.


Conclusión

En verdad, recomiendo ampliamente la lectura de este libro, pues te dará algunas pautas para mejorar la calidad de tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario